Historia de Miranda

Ella soñaba con tener alas, no se daba cuenta que llevaba el cielo en su mirada.

Miranda nace el 25 de marzo de 2008, sana, una niña muy deseada. Tiene un hermano mayor y su estación favorita del año el otoño. Le gustaba contemplar  la luna. Sentarnos en un  café y platicar es algo que disfrutaba  y ahora lo agradezco mucho  porque salía de ella el  decir “¿me invitas un café?”  Tiempo donde éramos madre e hija, amigas y confidentes.

Siempre alegre, contenta, feliz, con una sonrisa que la caracterizaba, unos ojos grandes y expresivos con un brillo que reflejaba  su alma y un corazón enorme lleno de amor que contagiaba a los demás.  Inteligente  y con mucha sabiduría, disciplina, compromiso y responsabilidad.

Su capacidad de ver  las necesidades de los demás, la llevaron siempre a ayudar, aconsejar, escuchar y apoyar a pesar de su corta edad…  siempre tenía una palabra de aliento, una sonrisa, un abrazo, un te quiero, un te amo…      sus frases  “Todo va estar bien”,  “Todo pasa”,  “No te preocupes”, “Ya vez, yo no me preocupo”.  Siendo tan solo una niña siempre tenía las palabras para cada uno, quienes  le conocieron  se sorprendían de su madurez,  su sabiduría, ¿cómo sabía qué decir y en el momento justo?  Nunca lo comprenderé.

La hija perfecta, llegó así como siempre la imaginé.  Siempre decía que ella no iba a crecer, que siempre iba a ser chiquita, y efectivamente así fue. Ella siempre lo dijo… insistiendo quizás para que entendiera que no estaría mucho tiempo conmigo. Su gran anhelo de tener “alas como una mariposa”  para poder “volar”. Así como la oruga se transforma en mariposa… así  esperó ella.

Miranda vivió siempre feliz, ni siquiera el cáncer fue capaz de vencerla. Aún en el hospital se mantenía de buen humor, optimista, con su gran sonrisa y pensando en las necesidades de los demás, de sus compañeritos de cuarto en el hospital,  jugando con enfermeras y enfermeros, personal de intendencia que todas las noches la visitaba preguntando cómo estaba, se ganó el cariño de muchos de ellos, tanto que la acompañaron para despedirla y darle su último adiós.

Su amor por la danza, el baile y el violín, donde ponía su empeño y esfuerzo.  El amor a la escuela, a la que no podía faltar porque se perdía sus clases. Su gran interés por aprender a leer, por cumplir con sus tareas, responsable, le gustaba  participar en eventos escolares  y de música en el teatro. Eso la hacía “feliz, feliz, feliz”, como ella decía.

Gran amiga y compañera, amiga de niños y adultos, siempre lista para escuchar y sobre todo platicar, porque como platicaba.

El 8 de Marzo de 2013 fue internada por una probable neumonía, y el 21 de marzo la noticia de un linfoma no Hodgkin  (LNH), no era neumonía, sino un tumor canceroso,  maligno y agresivo.  Miranda no supo que tenía cáncer… ¿cómo decirle?  ¿cómo explicarle? Y no hubo tiempo… Nadie hubiese tenido las respuestas a todas sus preguntas.

¿A qué se enfrentaba Miranda? una niña de tan solo 4 años.  Y en medio de todo, con una gran fortaleza y con la esperanza de regresar a su “casita”. Pero no fue así… el 24 de marzo Miranda partió con El Señor.  Y el  25, al otro día, era su cumpleaños,  y lo había esperado con tantas ansias, porque le gustaba celebrar su cumpleaños… ese 25, el día de su cumpleaños, despedíamos a Miranda.

Todo pasó tan rápido que no dio tiempo de asimilar la enfermedad y todo lo  que vivíamos.  ¿Cómo hallar el equilibrio cuando resulta tan difícil caminar por la vida?

Yo no elegí ser madre de esta forma, pero elegí qué hacer con la mujer que ahora soy, con lo que mi hija dejó en mi vida, es lo merecemos mi familia y yo, Miranda merece ser recordada y amada.

Para mí esto ha sido sumamente sanador pues he podido abrir mi corazón, ya que no es fácil este camino, no es fácil esta forma de ser madre, cuesta mucho levantarse, cuesta soñar y volver a creer, duele el alma, duele no poder hablar de sus travesuras y logros, duele no poder organizar fiestas de cumpleaños, duele ver aparadores con cosas hermosas que pudieron haber sido para ella, duele no ver a mi esposo siendo padre con su hija de la mano,  duele ver a su hermano  extrañarla, a veces creo que su partida, me hace morir por momentos.

Hoy me siento orgullosa de mi familia, pues aprendimos a amar sin medida y sin tiempo.

Abrazo la vida nuevamente,  porque entendí que no estuvo en mis manos su destino. Abrazo a la esperanza con el deseo de ver el arcoíris en mi vida.

Recordé lo que Miranda me  dijo durante el tiempo que estuvo hospitalizada: “Hay que traer  lámparas, nebulizadores, tripies para suero, batas para los niños, pero de su talla”. Ayudar y apoyar a niños con cáncer nace en el corazón de Miranda. Siempre dispuesta a dar y compartir, siempre pensando en los demás.

Y como familia, mi esposo, mi hijo y yo, decidimos  honrar su memoria y cumplir sus deseos… así nace: Miranda Fundación A.C. 

“Por Una Carita Feliz”.